domingo, 28 de agosto de 2011

Capítulo 6: Estaba inevitablemente enamorada de él


Riley me miraba a los ojos.
Estábamos tan cerca, que su aliento helado casi me hacía sentir frío. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, cuando se acercó a mi rozándome los labios:

-Ya no entiendo nada- me dijo entre susurros.

Yo me estremecí al sentir el contacto frío y cálido de sus dedos, recorrerme la espalda.

-¿A qué te refieres?- pregunté esforzándome por respirar.

Riley se tomó un tiempo para contestar, mientras bajaba la mano y se apartaba unos centímetros de mí.
Sentí mi corazón latir a un ritmo desenfrenado y caótico, como si un concierto sonase dentro de mí y mi corazón, ahora, estuviese saltando mecido por la música.

-No lo sé, porque no lo entiendo- me dijo sonriente.

Yo me relajé mientras él se tumbaba en el suelo, junto a Soth.

Miré la comisura de sus labios, la curva de sus hombros al apoyarse contra el pilar... lo amaba. Sin lugar a dudas, amaba a aquél chico, él era, sin dudarlo un instante, el amor de mi vida.

Riley me miró de nuevo, curioso, como si hubiese podido leer mi mente.

Me aparté unos instantes de su lado, recolocándome las orejeras rosas a modo de escusa:

"Cuanto podría resistir este desenfrenado impulso que me corroía cada vez que le miraba?¿Cómo iba a dejar de pensarle, a no intentar besarle, si cada vez que estaba con él, mi corazón se aceleraba de manera preocupante?".

Sin duda, pensaría que era idiota, o en el mejor de los casos, propensa a enamorarme.
Pero no era así, yo nunca me había enamorado.

Hasta ahora, mis experiencias amorosas se extralimitaban a dormir bajo las estrellas con Dani (el que hasta hace un par de años había sido mi único y mejor amigo) y soñar con que quizá algún día yo misma podría enamorarme de alguien que me hiciese sentir como una princesa de cuento.

Como Jonhy había hecho sentir a mi hermana, cuando se casaron a los dieciocho y se marcharon a París.

Y aquel momento había llegado. Precipitándose, arroyándome... desbaratando mis planes, si es que realmente había llegado a hacer planes alguna vez.

-Ven...- me susurró Riley.

Yo me acerqué a él, impulsada por el magnetismo de sus ojos azules. Magnetizada por la oposición de nuestros respectivos polos.

-Tú has desbaratado todos mis planes- me dijo una vez estuve acurrucada junto a él.

-Tú has desbaratado mi mundo al completo- repliqué yo.

Riley sonrió dulcemente, mientras me besaba el pelo. Sus besos... tan fríos y cálidos al mismo tiempo...

- Lo sé- me dijo con voz cálida. A veces, parecía imposible pensar, que un chico tan frío como él, pudiese ser tan cálido como en realidad era- pero no puedo evitar sentirme feliz por ello. No sabes cuanto anhelaba desbaratar mis planes y enrevesar tu mundo- hizo una leve pausa. Entonces mirándome a los ojos, me dijo- no sabes cuanto te he anhelado todo este tiempo.

Yo temblé bajo mis ropas, así, me acerqué más a él, a sabiendas de que él me tendería los brazos.

-Ahora estoy aquí- le dije- no voy a irme a ningún lado.

Riley asintió, mas una pena invadió sus facciones, cuando dijo:

-Lo sé, sólo temo ser yo quien quizá algún día tenga que irse...

martes, 23 de agosto de 2011

Capitulo 5: Promesas imposibles




Su imagen acaparaba todos mis pensamientos en ese preciso instante. El se había convertido en todo mi muno. No era capaz de pensar en otra cosa que no fuera el.


En aquel momento me encontraba tumbada con la cabeza apollada en su regazo, soñando con que aquel instante no acabaría jamas. El se encontraba en el suelo sentado contra una columna de piedra. Me acariciaba el pelo mientras mantenia la mirada perdida en el horizonte.


Estaba sumida en mis pensamientos, con los ojos entrecerrados, mirandole e intentando descifrar en que pensaba. Me era muy dificil apartar la vista de el. No me cansaba de obserbar sus rasgos, en mi opinión perfectos.


Habían pasado ya los meses, y el frío febrero ya había llegado. Un manto de frío y humedad había cuvierto los bosques y el las cumbres de las montañas había nieve. Ese mismo día el suelo se encontraba totalmente seco. Hacía un frío que congelaba la sangre en las venas. Pero eso no me importaba.


Desde aquel lluvioso día todo mi mundo se había tornado hacía el, y cada tarde, sin excepción, encontraba aquella ciudad para estar con el.


En aquel tiempo Stephen me había contado miles de historias, y me había explicado de una forma muy escueta algunas cosas.


- ¿Sabes que estoy desatendiendo mis obligaciones como guardian por ti no? -preguntó el de repente.


Asentí lentamente mientras el me miraba cariñosamente. Sonrei.


- No creo que eso te importe demasiado.


- Dejaría cualquier obligación por pasar un rato con tigo. -me dijo el.


- No tienes frío. -pregunte obserando la escasez de ropa de abrigo que llevaba (teniendo en cuenta que solo llevaba unos vaqueros, una camiseta de manga larga y una chaqueta sobre los hombros)


El se encogio de hombros mientras negaba con la cabeza. Me incorporé y me sacudí el abrigo.


- Aquel chico de la otra puerta...


- Riley.

- Riley, ¿Encontró ya a aquella chica?


- ¿Qué te hace suponer que es asi?


- Ya es invierno.


Stephen no dijo nada. Se inclino hacía delante y se levanto. Me tendio una mano para ayudarme y me levante yo también del congelado suelo.


Era tan... misterioso estar en su presencia, pero a la vez, era especial y me producía una sensación unica. No quería separarme de el, no ebstante, tenía el presentimiento de que un día se iría y no lo volvería a ver jamas.


Ese pensamiento me aterraba. No podía soportar la idea de no volver a verle nunca. Esos cuatro meses con el habían sido los mejores, pasandolos con alguien que comprendia mi sufrimiento con solo una mirada.


- Por favor, prometeme que no te voy a perder. -dije.


- No puedo prometerte eso. -dijo acercandose a mi.


- Por favor. -le suplique.


Stephen se acerco a mi y me acuno entre sus brazos. Entonces fue cuando tuve la certeza de que algun día me tendría que separar inevitablemente de el.



viernes, 19 de agosto de 2011

capítulo 4: El guardián


Aún no había amanecido cuando me reuní con él.
La luna brillaba en el cielo, cómplice de una escapada que a buen seguro me saldría cara, mas no podía pasar un día, un segundo que tuviese libre, sin él... Tenía que beber de su esencia, de esa sonrisa perdida en el frío de nuestros sueños.

-¡Riley!- grité al tercer intento.

Mi grito lo despertó de lo que parecía un plácido sueño. Hacía unos minutos que había llegado, y allí, tendido, dormido sin preocupaciones, parecía un niño feliz, desconocedor de todo mal que acaecía este mundo.

Se incorporó de un salto, como si un resorte le obligase a ello. Aún confundido, entrecerró los ojos, para enfocar mi silueta en la escasez del día que aún estaba por nacer.

La ciudad aparecía hermosa, como en el día que le conocí. Allí estaba en pilar, medio enterrado en la nieve, y él, como en ese primer encuentro, recostado junto a él.

-¿Key?- preguntó con la voz ronca por el sueño.

-Perdóname por haberte despertado- le dije azorada- lo cierto es que no se me pasó por la cabeza la posibilidad de encontrarte dormido. Podría haberme ido, pero necesitaba oír tu voz- dije esta última frase entre susurros.

-No debería haberme dormido- confesó. Después acercándose a la columna de piedra, y acariciándola como si fuese su mascota añadió- en cualquier caso él guarda la entrada por mí-dijo refiriéndose al coloso de piedra. Entonces se acercó a mi para susurrarme unas palabras- no se lo digas a nadie, pero es mejor vigilante que yo.

Yo, estaba alucinando,¿ sería cierto acaso, que una piedra podría guardar la entrada a la ciudad?

Tras un breve lapso de tiempo, quise aceptar, que en aquella ciudad, que por propia iniciativa, elegía donde erigirse día a día, aquello era una posibilidad más que razonable.

-Eso sin duda, ¡menudo guardián si te quedas dormido!- le espeté.

Él sonrío, llevándose la mano a la cabeza. Con la mano alzada, sacudió su pelo, soltando un poquito de escarcha.

En mi mundo, la gente tenía caspa, no hielo en el pelo... sin embargo, pese a que él formaba parte de mi vida (la más importante, sin duda), era inevitable saber que no pertenecía a mi mundo y que posiblemente, jamás podría pertenecer a él.

-¿Te gustan las historias?- preguntó de pronto.

Quise decirle que no, que pese a gustarme yo quería hablar de él, entenderle, conocerle mejor... no obstante, lo que dije fue muy distinto, guiada quizá por el presentimiento de que aquella historia me haría entender uno de los muchos misterios que le incumbían:

-Sí... ¿vas a contarme una historia sobre ti?- pregunté curiosa

Él negó con la cabeza y después dijo:

-Voy a contarte porque soy tan mal guardián, y porque mi amigo- dijo señalando al pilar- ve el mundo mejor de lo que yo jamás podré ver.

Tras estas breves palabras comenzó a contarme la historia, de Soth, el guardián:


"Hace casi trescientos años, el mundo, había cambiado. La desidia, la incertidumbre... había hecho del hombre un enemigo peligroso, y ya por aquel entonces, no podíamos pertenecer a una misma generación sin que el resquemor y los celos invadiesen a unos y otros.

Así, la ciudad se embarcó en una soledad incesante, con el apremio de ser olvidados por todos aquellos, que nos temían y en los cuales había germinado el brote del odio.

Las diferentes puertas fueron custodiadas por seres de los distintos reinos. Cada trono, eligió a uno de sus mejores guardas, para conferirles el título de guardián.
De esta guisa, Soth, se presentó como uno de los primeros guardianes de la ciudad.

Tras varios años de inquina infructuosa, los humanos con los que convivimos, preocupados por sus quehaceres y sus respectivos problemas (la peste, el hambre, la pobreza...) fueron olvidando la ciudad que un día tuvo a bien de recibirles.

Soth, postrado aquí, en la última entrada del norte, percibía el mundo y su agitación.

Hacía años que había demostrado tener dotes, como vigía, gracias a los cuales había sido apodado como el "Halcón".

Sus ojos, percibían movimientos imperceptibles para el resto, en más de una ocasión había demostrado tener capacidades para volar, siempre dentro de la ciudad. Era un guardián realmente apreciado, mas pese a todo, se sentía tremendamente solo.

El dolor de los humanos, le dolía a él también. Y así, en la infructuosa tarea diaria conoció a la mujer que cambiaría su vida para siempre.

Una calurosa mañana de septiembre, frente a la ciudad apareció una mujer, la más hermosa que el guardián, en sus muchos años de vigía había visto.

Tenía la piel pálida y los ojos grises. Su pelo era larguísimo, le llegaba hasta las rodillas. Soth pensó, que los rayos del sol se habían adherido a su hermosa cabellera.

Aquella mujer, se llamaba Daisy. Ella fue la primera mujer en entrar a la ciudad tras la soledad a la que se había condenado ésta.

Soth, se enamoró de ella desde el primer momento.

Sus ojos relucían como nunca lo habían hecho, y supo, gracias a su don, que aquella mujer le correspondía, y que en parte ya era suya, tanto en cuerpo como en alma.

Suyo fue el ingenio de darle parte de su esencia para que después pudiese encontrar la ciudad olvidada, y con ella a él.

Su agudísimo ingenio, pronto le hizo ver, que aquella relación sería difícil, mas pese a todo, el amor que se procesaban rompía cualquier barrera.

Day (como la llamaba él) obviaba sus tareas, para guiada por una pluma de sus halas, que él le diera el día en que se conocieron, encontrar la ciudad perdida.

No fue tarea fácil. Cada día, la ciudad estaba más alejada de su alcance, no obstante, aquello en vez de exasperarla, era motivo de orgullo, pues superar cada día la barrera que el tiempo y las circunstancias les imponía, no era sino prueba de su amor.


Cierta vez, la ciudad apareció tan alejada del lado de ella, que tras recorrer kilómetros a pie, ya de noche, llegó a las puertas de la ciudad, para reencontrarse con un amor que le aguardaba con anhelo.

Sus bocas se fundieron en un largo beso, después a ese primer beso lo acompañó otro, y así, hasta que la noche se volvió día.

Day pasó la noche con el guardián, regalándole a éste lo que ya jamás podría pertenecer a ningún otro hombre, su frágil virginidad.

Todo parecía hermoso.
El mundo, tan cruel como era, había cambiado para estos dos enamorados, no obstante, aquella noche perdida, en la ciudad que antaño había sido olvidada, y esa felicidad encontrada fueron efímeras y pronto se convirtieron en desidia.

No sé bien que ocurrió después.

Cuentan, que una noche, guiado por los pasos de la joven enamorada, el padre de Daisy, encontró la ciudad olvidada, recordando toda la inquina acumulada años atrás.

Su hija, yacía en brazos del guardián, así, de poco sirvieron las súplicas de ésta. El padre de Daisy, mató a su amado, y después, cuentan, la dejó allí, recostada junto al que fue su único amor, llorando su muerte.

Dicen los que aún creen recordar este trágico suceso, que la mujer no se apartó de su lado hasta que hubo llorado cuantas lágrimas encontró. Después, reposando la pluma en el pecho de su amado, marchó para no volver jamás.

Cuando Day abandonó la ciudad, y devolvió el último fragmento de la esencia del guardián, éste se convirtió en piedra.

La leyenda cuenta, que aún hoy, el "Halcón" observa el mundo, cuidando del hijo, que nació de aquella primera noche. El primer y único humano que podría llegar a formar parte de nuestro pueblo. "

-Dicen que el alma de Soth, aún vigila la ciudad- miró a la columna- ¿eres un cabezota verdad amigo?- dijo Riley sonriente. Después me miró a mi- ¿Key estás llorando?

Yo asentí incapaz de pronunciar una palabra. ¡Pobre Soth y pobre Day! ¿Cómo podría vivir yo sin Riley?, ¿Cómo pudo ella vivir sin Soth?

-No seas tonta, ¿no ves que ahora me tiene a mi?- dijo Riley abrazando el pilar que un día fuera Soth.

-¡Cazurro!- le dije con una leve sonrisa en los labios.

-Eso está mejor- dijo sonriente- ahora tienes que irte, está amaneciendo, ¿no querrás faltar a clase verdad?- yo le miré con cara de "sí"- ni contestes- me imploró.

Yo me acerqué a él, y con un leve beso en los labios, poco más que un roce, me despedí de él:

-Hasta esta tarde- le prometí

Y tras estas palabras me marché, dejando en la ciudad a Soth, a Riley y a mi corazón, que desde ese día y para siempre, supe, ya jamás volvería a ser mío.

Caitulo 3: Nuevo amanecer











Abrí los ojos a causa del sol que entraba por mi ventana penetrando tras mis parpados y molestando sobre mis ojos. Mire el reloj perezosamente. Eran ya las nueve.


La noche anterior me había llevado muchisimo tiempo regresar a casa, tras un esfurzo por alejarme de Stephen y de aquella ciudad, mientras me esforzaba por recordar el camino que había seguido.


Agarre instintivamente el colgante que aun llacía sobre mi pecho. Me obligué a mi misma a actuar como de constumbre y a intentar que por un medio o otro no se notara que algo en mi había cambiado.


Tras cambiarme de ropa y realizar las tareas domésticas que se me obligaba a hacer como ayuda al hogar, cogí el paraguas rojo de mi hermano sin su aprovación y salí de casa rápidamente.


Sentí como si la cuerda del collar me estuviera tirando incesablemente del cuello en una dirección concreta. Sin dudarlo ni un segundo y guiada por mi fe en aquel extraño chico que me había atraido indudablemente fui en la dirección que el collar me iba indicando.


Llegué hasta un descampado. Los tirones de la cuerda eran cada vez mas intensos, por lo que supuse que él estaba mas cerca que antes. Repentinamente comenzo a llover y un viento gelido embriagó el ambiente.


Abrí el vistoso paraguas de mi hermano y continue por la direccion que me marcaba aquel colgante. No tarde en encontrar un gran arco, pero esta vez muy diferente al anterior. Estaba recubierto de hielo, y un chico con unos ojos de un infinito azul se encontraba con la palma de la mano apollada sobre el hielo.


El colgante me empujó hacía dentro de la ciudad, pero aquel extraño y frío chico no me dejo pasar.


- ¿Qué haces aqui? -preguntó sin fijarse en el collar.



-Vengo a encontrar a Stephen. -dije sin prestarle demasiada atención.


Alargó su palida mano hacía el collar y lo sostubo mientras lo examinaba. Despues, sin ninguna palabra se aparto y el colla empezo de nuevo a tirar de mi. No me intodujo en aquella extraña y cambiada ciudad, si no que me llevo a otra enorme puerta, donde se encontraba Stephen girando sobre si mismo mientras empezaba a llover mas y mas.


Con un ultimo tiron, el collar me colocó junto a el, que al verme paró y la lluvía dejo de caer. Aun sin cerrar mi paraguas Agarré el collar con las manos entumecidas devido a la proximidad con aquel chico.


Vi como Stephen me sonreía, y me gire hacía el. Estaba completamente empapado devido a la lluvia que se había intensificado segundos antes. La camiseta blanca se le pegaba al cuerpo, marcando su torso, y su pelo goteaba ya casi seco.


- Hola. -salude tímidamente.


- Has venido. -dijo él con una sonrisa calida y acojedora.


Asenti con la cabeza mientras cerraba el paraguas y sacudía mis botas, que se habían llenado de agua al no ser especiales para la lluvía.


- En otra entrada... -dije- Había un chico de pelo negro en casitoda su totalidad. No se quien era pero...


- No le hagas mucho caso. -me corto- El también espera a alguien, pero hasta que no llegué el invierno no llegará.


- ¿Cómo lo sbaes?



- No puedo decirtelo. -contesto mirandome a los ojos.



Le mire a su vez y nos quedamos el uno fernte al otro, comunicandonos con una mirada que hablaba por si sola. Sabía que lo que sentía nunca antes me había recorrido asi el cuerpo, poniendome alerta. Mi corzon estaba a mil por hora, en cambio el seguia igual.




martes, 16 de agosto de 2011

Capítulo 2: Reencuentro


Aquella noche no dormí demasiado bien.

Todos mis pensamientos fluctuaban en una honda que tan solo mi subconsciente era capaz de procesar.
Cada pensamiento nocturno, sobrevolaba cualquier límite; extralimitándome, llevándome a la continua imagen de Riley.
Aquella noche soñé con él y cuando desperté lo hice, esperando encontrarlo de nuevo.

Me obligué a no mirar en el armario, dentro del bolsillo de la chaqueta que ayer llevase puesta.

Las tentaciones, no obstante, eran inmensas, y cada paso que daba, cada paso que me alejaba de él, me provocaba una ansiedad nunca vista hasta entonces.

Sin embargo, bajé hasta la cocina, obligándome (una vez más), a actuar como siempre, y demorarme lo mínimo posible en el desayuno.

Tras beberme la leche y comer una barrita de muesli, en un tiempo que se me antojó eterno, subí las escaleras de dos en dos, sin poder ya, refrenar mis impulsos por más tiempo.
Saqué la chaqueta del armario, causando un revuelo dentro de este, que no me paré a recoger.

Allí, en el bolsillo derecho, estaba intacta, la fría rosa de hielo que él el día anterior me regalase. La prueba de que Riley no había sido sólo un sueño.

De pronto una oleada de calor invadió mi cuerpo. El tacto de la rosa era frío mas pese a todo, al igual que él hiciese el día antes, quemaba.
La ciudad apareció de pronto frente a mi, dentro de mi cabeza.
Veía cuál era el camino a seguir y cómo llegar hasta lo que me parecía un trayecto demasiado poco frecuentado.

De pronto, la ciudad se desvaneció en el aire, marchándose consigo, el calor que emanaba la rosa.

Algo, una sensación quizá, se apoderó de mi cuerpo, y cual autómata, poniéndome lo primero que encontré en el suelo del armario (donde, con el revuelo anterior, había terminado la mayor parte de mi ropa) salí escopetada, deseosa de seguir las indicaciones que la rosa, poco antes me había dado.

Tuve suerte, pues mi mayor temor (que la ciudad se encontrase en un lugar demasiado lejano como para acceder a él) no se vio cumplido.

Cogí el autobús para bajarme unas cuantas manzanas después.
Después, prosiguiendo las señas que me hiciera la flor, bajé por un recodo, no demasiado escarpado, lleno de flores silvestres, que me llevó a una explanada prácticamente yerma.

Aquello me pareció realmente mágico, seña inequívoca de que Riley andaba cerca.

El paraje, no mostraba señal de vida alguna, a excepción de las salvajes flores que crecían a lo largo del recodo por el que había bajado, lo cual era naturalmente improbable.

-¡Hey!- gritó una inconfundible voz.

Una sonrisa invadió mi cara, al descubrir, tras los barrotes (esta vez, verdes, llenos de malvaviscos salvajes) a un chico inconfundible y desoladoramente guapo:

-Vaya... ¡esto está un poco cambiado!- acerté a pronunciar.

Él sonrío y obviando mi respuesta dijo:

-Pensé que no vendrías- entrecerró los ojos y acercándose un poco a mi susurró- temí que no vendrías.

-Tenía que hacerlo- confesé avergonzada.

-Ya lo sé- dijo tras un breve suspiro.

-¿Por qué pareces saberlo todo, controlarlo todo y no obstante yo soy incapaz de enterarme de nada?- le espeté más exasperada que enfadada.

-No tienes tanto tiempo como yo para observar- me convino- además, me gusta que no enteres, te hace ser diferente a todo lo que conozco. ¡Hoy no has traído las orejeras rosas!- exclamó insatisfecho.

-Hace calor- me justifiqué- tú no obstante estás igual de abrigado que ayer, ¡prácticamente nada!

Riley llevaba una camiseta de manga larga azul marino, y unos pantalones blancos que no supe bien como identificar. Sin duda el suyo era un look poco apropiado para las temperaturas invernales que aún en febrero teníamos.

-El frío es mi elemento- me confesó- ayer fui yo el que creó la nieve. ¡Deseaba tanto ver nevar! no sabes cuanto añoro la sequedad húmeda del frío, cuando la primavera se extiende. Siento haber hecho que pasases frío, aunque estabas realmente hermosa, con el sonrojo propio del frío y la gracia de los pompones rosas en tus orejas.

Yo me reí de buen grado, a sabiendas de que aquel chico raro, me estaba siendo total y absolutamente sincero:

-¿Nunca sales de aquí?- le pregunté de pronto

"Sería más fácil encontrarnos" pensé, sin embargo, espere expectante su respuesta:

-No puedo- fue su escueto y misterioso comentario

Una oleada de pánico me recorrió entonces, "qué pasaría si la rosa dejaba de funcionar? ¿Qué haría cuando la ciudad estuviese fuera de mi alcance? ¿Cómo viviría si no era capaz de encontrarle?". Él debió de notar mi desasosiego pues en ese mismo instante, acortó la escasa distancia que nos separaba y me acunó en sus brazos:

-No te entristezcas, la rosa te guiará hasta mí. ¿No ves que forma parte de mi esencia?, allá donde este me encontrará, y tú vendrás a buscarme. Sé que no me dejarás solo Key, no estés triste. Aún nos queda tiempo, de verdad. Ven...- me dijo mientras acariciaba mi pelo.

Yo me acurruqué en su pecho, mientras él pronunciaba unas extrañas palabras, que yo no logré comprender.

De pronto el ambiente se torno frío, no obstante, en el calor de sus brazos (siempre gélidos) el frío no podía tocarme.

Así, nos mantuvimos en silencio, mientras él me acariciaba y yo observaba la nieve caer a nuestro alrededor.

lunes, 15 de agosto de 2011

Capitulo 1: Una lluvia de otoño (parte II)

                           

Un 5 octubre mi vida cambio por completo. Era una noche lluviosa y encapotada. Iba con mi paraguas verde oscuro y un abrigo.

Caminaba por una encharcada duna. Había llegado hasta alli sin ser consciente de ello. sumida en mis pensamientos.

Me dedicaba a seguir unos charcos que estaban colocados en linea. Mi cabello castaño estaba empapado a pesar del paraguas.

No tarde en llegar a un lugar donde no llovia, y en los charcos el agua parecia cobrar vida. Pronto llegue a una puerta de lo que parecia una ciudad. Un chico estaba debajo de ella, apollado en un poste sobre el encharcado suelo, que bajo sus pies parecia brillar con luz propia.

Tenia el cabello dorado con las puntas algo acastañadas. Sus ojos eran de una mezcla entre verde y castaño, que le daban un toque especial. Tenia una cara hermosa, y estaba ligeramente bronceado.

Me vio y me parecio ver que estaba sonriendo. Me acerque hacía allí, impulsada por mi curiosidad. Cuande llegue frente a el me quede quieta, y el se acerco un poco mas a mi.

Me miro con curiosidad y cuando mis ojos se encontraron con los suyos senti una oleada de nuevos sentimientos.

Me pareció que estaba dejando entrever mis sentimientos demasiado. Aquel chico me invito a entrar con un simple gesto, y yo le segui.

- Soy Stephen. -me dijo.
- Yo Tara.

Stephen sonrio de nuevo. Tenia su largo pelo tan mojado como yo el mio, pero no parecia importarle. Me sente sobre un escalon que habia delante de la puerta y el se sentó a mi lado.

De pronto supe que todo aquello sería para mi como un sueño que no recordaría demasiado bien. Pero yo no queria separarme de aquel lugar, de aquella persona.

Stephen miro al suelo repentinamente y tras unos segundo en los que contemple la curva de su cara, su nariz, sus ojos, la levantó de nuevo.

- Tengo que irme. -dijo.
- ¿Por...? -decidi cambiar la pregunta- ¿Algun día podre verte?

Stephen sonrio y junto sus manos. Luego me dio un collar que había entrelazado en sus dedos. Me lo puso al cuello. Era una cuerda con un colgante de una gota de agua.

- Esto te llevara hasta mi. -dijo- Siempre.

Cogi el colgante, que estaba en mu cuello y lo examine detenidamente. En ese mismo momento supe que volvería a verle, pero que no me sería fácil encomtrarle. Empezo a llover de nuevo y Stephen se perdió dentreo de aquella ciudad.

Regrese hasta llegar a un bosque, alli me di cuenta de que no podíadejar de pensar en el. Pero había unas palabras que prevalecian en mi mente, "le encontrare, cueste lo que cueste"

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note de la escritore: Siento que se parezca tanto a tu episodio, pero es que me gusto y creo que tendiran que ser un poco parecidas, pero he cambiado las palabras y mi forma de expresarme ^^ Y para el resto de lectores, si estais leyendo mi otra historia, stephen no esta basado en Alex, si no en una persona real, emperatriz de sueños sabe de que hablo ^^

                                                            

domingo, 14 de agosto de 2011

Capítulo 1 :Un sentimiento nuevo y frío (parte I)



Era un 23 de Febrero, realmente helador. El viento soplaba, y la nieve caía inusitadamente para aquella época del año.
Los árboles aparecían febriles y quebradizos bajo el soplar del viento diurno. Los árboles de hojas perennes, bajo la sábana blanca resplandecían como si emanasen luz propia.

Aquel día, salí por el bosque, como de costumbre.
Me había puesto las orejeras rosas que mi hermana Cindy me había comprado poco antes de marcharse a París para no volver. Lo cierto era, que no pegaba demasiado bien con nada que yo pudiese tener en el armario, pero su tacto, tan suave, me hacía sentir a Cindy cerca, y podía pensar, que quizá así las cosas empezarían a tener sentido.

Sumida en mis pensamientos no noté que algo extraño estaba pasando, hasta que de pronto, la quietud me sacó de mi ensimismamiento.

En la copa de los árboles, la nieve se arremolinaba dando círculos y volteretas. El viento no obstante había dejado de soplar y los copos de caer.

Era como si el tiempo se hubiese parado por un instante.

A lo lejos, observé (siguiendo el lindero que comunicaba mi casa con el bosque) un extraño resplandor, sutil, lo suficientemente insignificante como para pasar inadvertido. No obstante yo conocía aquel bosque, llevaba visitándolo desde niña, y aquel sutil cambio era para mi un enorme error de la naturaleza.

Me acerqué lentamente al lugar del resplandor, para observar con asombro, que no era sino una puerta de hielo.

Junto a la puerta, en un saliente (un pilar a juzgar por la altura) de lo que parecía ser el principio de una gran ciudad, se encontraba un chico.
Jamás había visto un rostro más hermoso (y probablemente jamás volvería a ver nada similar).

Su piel era nívea, más pálida quizá que el mismo blanco. Sus ojos eran los más azules que yo en mi vida jamás vería, como una lágrima eternamente congelada.
Tenía el pelo negro con las puntas del color de los ojos, como si se le hubiese quedado helado al frío.

De pronto, el chico se acercó a mi y me tendió la mano. No fui consciente de que había entrado en la ciudad hasta que fue lo suficientemente tarde como para poder alejarme un instante:

-Me llamo Riley- me dijo una vez traspasado el umbral.

No se limitó a saludos (que después me enteraría, consideraba banales) me miró, como ningún hombre había hecho hasta entonces.
En aquel momento me arrebató el alma.
Lo supe en ese instante, por la manera que tuvo de rozar mi mano, por el gélido y fogoso tacto de su piel contra la mía, por la súbita electricidad que empañó mis sentidos; por eso lo supe...

-Soy Keyla- "creo" quise añadir.

Él se rió entonces, como si pudiese sentir el choque de los sentimientos contrapuestos que embargaban mi alma. Me dolía la vida.

-Me gusta tu nombre- dijo de pronto como si hacerlo fuese lo más natural del mundo.

Yo me ruboricé al sentir su escrutinio, desde que pisara su mismo suelo, no había dejado de mirarme ni un instante. Su mano, aún estaba enlazada a la mía, quemándome y helándome al mismo tiempo.
Tenía los dedos entumecidos, pese a todo, no me aparte, igual que él no apartara su mirada antes.

De pronto, Riley se levantó del suelo. Desde que llegara no se había movido del sitio ( no había sido él quien se acercó a mi. Mi cuerpo, por inercia, lo había hecho, como si aquello fuese lo más natural del mundo), no obstante, ahora sus ojos enfocaban un infinito imperceptible para mi.

-¿Qué pasa?- pregunté una vez liberada del hipnótico hechizo de su mirada.

No me había dado cuenta de que me había sentado a su lado. Estaba tiritando, pues tenía los pantalones completamente mojados, y las manos heladas. "Tenía que haber cogido unos guantes" me previne demasiado tarde.

-Deberías irte- me confesó- me están buscando.

Quise hacerle mil preguntas: "¿Porqué te buscan? ¿Dónde estamos? ¿Porqué no huyes?...", no obstante sólo pude hacerle una:

-¿Volveré a verte?- "no quiero separarme de tu lado, ¿no lo entiendes?" quise gritarle

Sabía que era una pregunta estúpida, no tenía más que desandar lo andado y volver al día siguiente por el mismo camino, sin embargo, algo dentro de mi me decía, que no volvería a encontrar aquella ciudad; que hoy, después de dieciséis años sin aparecer, aparecía ante mis ojos como por arte de magia, y que igual que había aparecido, desaparecería después... y Riley se iría con ella.

Riley me miró un instante, con una enorme sonrisa plasmada en los labios.
Sus ojos refulgían con la luz propia que emanaba de su persona.

Bajó la mirada entonces, y tras un leve destello azulado (destello que se reflejó en sus ojos, proporcionándole la mirada que yo más amaría en toda mi vida) apareció una rosa de hielo en sus manos hasta entonces vacías.

-Toma cógela- una vez entregada la rosa, me asió por los hombros, y mirándome fijamente a los ojos me dijo- ella te guiará. Da igual dónde esté, ¿lo comprendes?, tú síguela, no mires por donde vas ni hacia donde. Síguela y me encontrarás.

De pronto oí un ruido, algo que sin duda él había percibido mucho antes que yo.

-Te encontraré- le prometí

-Lo sé- susurró y con un leve abrazo, se marchó de mi lado.

Yo acuné la rosa en mis manos, un breve instante, como si fuese un niño, después, convencida de varias cosas me fui, con la esperanza de volver mañana : "Ella te guiará"

Mientras desandaba lo andado por el lindero que conducía a mi casa un último pensamiento (algo en lo que tendría que pensar tarde o temprano) asoló a mi mente:

"Si de algo estaba segura, era, de que Riley no era humano.
Que aquella ciudad, no era algo que fuese a encontrar en un mapa.
Que todo lo que tenía que ver con él, era un completo e inquietante misterio para mí, algo que escapaba a toda entendedera posible.
Y que inevitablemente, y de la manera más absurda posible, estaba totalmente enamorada de él"


viernes, 12 de agosto de 2011

Inaguro el bloog!

Hola soy Dark or Light.
voy a inagurar el bloog dejando las fimas que pondremos. Emperatriz de sueños, coge la tuya ^^



Me acabo de meter un poquito en la entrada, para hacer acto de presencia. Bienvenidos a todos! Muchas gracias Dark or Light por el blog y la firma :)